La misión qué le dejó Jesús a María, fue la de sufrir, no por Cristo en el cielo, sino por los Cristos de la tierra. Ella sufrió por los que no quieren sufrir. En situaciones adversas, en ocasiones elevamos una protesta al cielo y desechamos el sufrimiento por ingratitud y torpeza, junto con los dones que nuestro Señor nos ofrece.